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El baño del colegio olía a limpiador y a secreto. La jovencita colegiala, de rodillas en el suelo frío, estaba entre los dos compañeros, con un móvil en cada mano apuntándola. Sin vergüenza alguna, se dedicó a la tarea. Su boca se movía de uno a otro, chupando, lamiendo y masturbando a ambos con una destreza que los dejó sin aliento. Las luces de los móviles la grababan desde todos los ángulos, capturando sus ojos llenos de morbo y los hilos de saliva que colgaban de sus labios. Para ella, era un juego de poder; para ellos, un trofeo. Las grabaciones circularían al día siguiente, un testimonio irrefutable de la colegiala que se la chupó a dos en el baño y se convirtió en la reina de la escuela.
