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La morrita caliente casi llora de dolor mientras el macho le clava la verga con fuerza, ella suplica «¡Ya sacala por favor, me está doliendo toda! ¡Ay, papi, no tan duro!». El churro no hace caso y la sigue taladrando sin piedad, haciéndola gemir y retorcerse de placer y agonía. Sus tetas rebotan descontroladas con cada embestida, y ella se agarra las sábanas con fuerza, mordiéndose los labios para contener sus gritos de éxtasis. El sudor les resbala por los cuerpos, mezclándose con el aroma a sexo lujurioso. Este polvo salvaje promete ser una montaña rusa de sensaciones placenteras y dolorosas, ¡y la morrita lo disfruta como nunca! ¡Vaya manera de darle duro al asunto, qué morbo!
