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En la intimidad de su cama, el silencio solo es roto por la respiración agitada de ambos. Ella, de espaldas a él, siente su polla dura presionando contra su trasero. No hay palabras. Con un movimiento lento y deliberado, lleva su mano hacia atrás, agarra el borde de su calzón y lo hace a un lado, descubriendo su entrada húmeda y ansiosa. Es una invitación silenciosa, una rendición total. Él entiende la señal. La penetra de golpe, hundiéndose hasta el fondo en una sola embestida. Un gemido largo sale de los labios de ella, mezcla de sorpresa y placer. El se queda quieto un momento, disfrutando de su calor, y luego empieza a moverse, mientras ella sigue con la mano sujetando el calzón, abriéndose paso para que la follen sin obstáculos.
