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Esta colegiala está más buena que el pan recién salido del horno, con su uniforme apretadito marcando cada curva de ese cuerpazo. Se pone en cuatro y enseña su culito de perrito, moviéndolo con una picardía que te deja duro como una roca. El vato no aguanta más y se le va encima como lobo hambriento, cogiéndola con fuerza y pasión. Ella gime como gatita en celo, pidiendo más y más mientras la embiste sin compasión. Sus gemidos de placer retumban por la habitación, mezclándose con el sonido de piel contra piel en un frenesí de lujuria desenfrenada. Este par de calenturientos no se detendrán hasta llegar al éxtasis total. ¡Una delicia de polvo que te dejará sin aliento!
