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Uff, qué increíbles tetas de infarto tiene Karen de CDMX. No son simplemente grandes, son espectaculares. Dos esferas perfectas, blancas y pesadas, que desafían la gravedad con una arrogancia natural. Sus areolas son como dos discos de un café suave, con pezones que apuntan al techo, siempre erectos y pidiendo ser mordidos. Cuando se las saca, rebotan con una vida propia, y las marcas del sostén dejan surcos profundos en su piel suave. Son el tipo de tetas que te hipnotizan, que te obligan a mirar, que llenan las manos y dejan sin aliento. Un par de melones de lujo, dignos de una diosa del sexo capitalino.
