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La morrita, con una sonrisa pícara, sostuvo un conjunto de ropa interior de encaje negro. «Miren lo que encontré en el cajón de mi hermana… ¿Quieren que lo use?» preguntó, su voz teñida de una mezcla de inocencia y provocación. Sus amigos, intrigados, asintieron con entusiasmo. Ella, con una risita nerviosa, desapareció en el baño. Cuando regresó, el encaje negro abrazaba sus curvas, destacando su figura. Sus amigos la miraron con admiración, y ella, sintiendo una oleada de confianza, comenzó a moverse al ritmo de la música, dejando que la tela susurrara sobre su piel. En ese momento, se sintió poderosa y deseada, disfrutando de la atención y la aprobación de sus compañeros.