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el novio, con una mirada de deseo, le hace el calzón de lado a la morrita. Con movimientos suaves pero firmes, se acerca y se la mete por el culito, explorando un terreno nuevo y excitante. La morrita, con una mezcla de nerviosismo y anticipación, se abandona a la sensación, dejando que el placer la consuma. Cada embestida es un susurro de lujuria, cada gemido una invitación a adentrarse más profundamente en este mundo de sensualidad. La conexión entre ellos se intensifica, llevándolos a un éxtasis compartido, donde el deseo y la confianza se entrelazan en un baile de pasión inolvidable.