La morrita, con una mezcla de audacia y nerviosismo, se acercó al grupo, su falda ondeando ligeramente con cada paso. «Vamos, chicos,» murmuró, su voz cargada de anticipación. Ellos, con sonrisas traviesas, la rodearon, sus manos ansiosas explorando su cuerpo. «Levantemos la falda,» susurró uno, su voz profunda y autoritaria. Con movimientos rápidos y decididos, levantaron la falda, revelando su piel suave y tentadora. «No trae calzones,» jadeó otro, su voz entrecortada de deseo. La morrita, con una sonrisa pícara, asintió, su cuerpo tenso de expectación. «Así, despacio,» murmuró, guiando sus movimientos. La intensidad aumentaba con cada toque, sus respiraciones entrecortadas llenando el aire. «Más,» jadeó, su voz cargada de lujuria. Ellos, obedeciendo, encontraron un ritmo que les permitió disfrutar del momento, sus gemidos y suspiros entrelazándose en una sinfonía de pasión. «No paren,» suplicó, su voz cargada de deseo. Con movimientos rápidos y decididos, la llevaron al borde del éxtasis, capturando cada instante de su lujuria compartida y prohibida, en un baile de placer y deseo.
la morrita no traia calzones y cuando le levantan la falda se la cogen
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