una morrita colegiala, con una mezcla de timidez y excitación, se arrodilló en el suelo, colocándose de perrito. Sus compañeros, con ojos llenos de lujuria, la observaban, esperando su turno. El primero, con una sonrisa traviesa, se acercó, colocándose detrás de ella. Con movimientos suaves, comenzó a penetrarla, haciendo que ella gimiera de placer y sorpresa. La habitación se llenó de jadeos y gemidos, mientras él se movía con una cadencia que la hizo estremecerse. Uno a uno, los compañeros se acercaron, cada uno con su propio ritmo y deseo, explorando su cuerpo con manos y bocas. Ella, entre lágrimas y sonrisas, se entregó completamente, sintiendo cómo su cuerpo respondía a cada embestida. La intensidad del momento la envolvió, marcando su piel y su alma con el recuerdo de esa tarde prohibida. Cada compañero, con una lujuria diferente, la hizo suya, dejando su huella en su cuerpo y su mente.
la morrita colegiala se pone de perrito para que se la cojan
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