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Con esa carita de angelito, de esas que parecen que no han hecho nada malo en la vida, la muy perrita es todo lo contrario. Apenas prendo la cámara, se le quita la timidez y se transforma. Se empieza a tocar con unas ganas de la fregada, mirándote fijamente con esos ojitos de «cógeme ya». Se abre las piernas y te enseña esa cosita rica que ya está chorreando, toda mojadita y pidiendo a gritos una buena verga. La muy golosa se deja grabar mientras se mete los dedos, gimiendo como una loca, disfrutando cada segundo de que la veas, mostrando que detrás de esa cara de santurrona, hay una perra insaciable que necesita que la partan sin compasión.
