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La jovencita, con una mirada traviesa, se deslizó en la tina del baño, el agua tibia rodeando su cuerpo. Con una sonrisa coqueta, tomó la esponja, dejando que el agua corriera por su piel. Lentamente, sus manos se movieron hacia abajo, explorando, acariciando. Con un gemido suave, sus dedos encontraron su centro, deslizándose entre sus pliegues. El agua se volvió un juego, cada movimiento creando ondas de placer. Su respiración se aceleró, sus caderas se movieron al ritmo de sus caricias. Con una mano, sostuvo la cámara, asegurándose de capturar cada detalle, cada gemido, cada momento de su éxtasis. Perdida en su propio deseo, se dejó llevar, saboreando cada segundo de su placer, el agua y su cuerpo en una danza erótica.