0 likes
La muy perrita, con esa carita de niña buena, me mira y me susurra al oído: «Hoy quiero que te vengas en mi cara». Al escucharla, mis bolas se revolucionaron. Me arrodillé y ella, con los ojitos bien abiertos y la boquita entreabierta, esperaba ansiosa. Me la saqué y empecé a sobarme, viendo cómo se tocaba esa panocha mojada. Con un último grito, no pude más y le solté todo el meado de leche, bañándole la cara, los cachetes, la frente y hasta el pelo. La muy golosa sonrió, lamiéndose los labios y saboreando cada gota, pidiendo más, la muy zorra insaciable.
