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La pobre colegiala putona aceptó tirar por puro cariño, ¡y vaya que le dieron su merecidito! Se la veían las ganas desde lejos, con su uniforme todo arrugado y sus ojitos de gata en celo. Bien convencida de que el amor se demuestra en la cama, se entregó sin reservas al galán de turno. Con ansias de ser poseída, no dejó ni un centímetro de su piel sin recorrer. La escena ardiente comienza con besos lujuriosos y susurros al oído, desembocando en un frenesí de gemidos y movimientos desenfrenados. ¡Parecía que el piso temblaba con cada embestida! ¡Una escena de puro sudor, deseo y pasión desenfrenada que no querrás perderte por nada del mundo! ¡Caliente, caliente!












