La jovencita, con una mezcla de nerviosismo y excitación, se acercó a su compañero en el monte, sus ojos escudriñando el entorno. «¿Estás seguro de que nadie viene por aquí?» susurró, su voz apenas audible. Él, con una sonrisa de confianza, asintió. «Sí, mi amor, estamos solos,» respondió, su voz firme. «Entonces, hazlo,» murmuró ella, su voz entrecortada. Él, con manos suaves pero decididas, la llevó a un claro escondido, donde la desnudó con ternura. «Te amo,» susurró, penetrándola con una mezcla de suavidad y pasión. «Y yo a ti,» gimió ella, sus ojos cerrados, perdida en el éxtasis. Cada movimiento, cada susurro, era una celebración de su conexión, un momento robado en la intimidad del monte. «Más rápido, no pares,» susurró, su voz llena de deseo. Él, con una sonrisa de satisfacción, cumplió su deseo, llevándola a un éxtasis que la hizo gritar de alegría. «Te amo,» susurró, sus ojos cerrados, perdida en el placer. «Y yo a ti,» respondió él, su voz ronca de pasión.
estas seguro que nadie viene por aqui? le dice la jovencita antes de que se la cojan en el monte
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