El joven, con una mezcla de nerviosismo y excitación, se acercó a la morrita, su polla enorme ya lista. «Estoy listo, mi amor,» susurró, su voz ronca de deseo. Ella, con una sonrisa de anticipación, asintió, sus ojos brillando de expectativa. «Hazlo, quiero sentirte,» respondió, su voz apenas audible. Él, con cuidado, la desnudó, sus manos explorando cada curva con reverencia. «Te amo,» murmuró, posicionándose entre sus piernas. Ella, con un gemido, lo recibió, sus manos aferradas a su espalda. «Dios, te sientes tan grande,» gimió, sus movimientos lentos y suaves. «Más rápido, no pares,» susurró, su voz entrecortada, sus gritos de placer resonando en la habitación. Él, con una sonrisa de satisfacción, cumplió su deseo, llevándola a un éxtasis que la hizo gritar de alegría. «Te amo,» susurró, sus ojos cerrados, perdida en el placer. «Y yo a ti,» respondió él, su voz ronca de pasión.
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