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En un rincón oscuro del patio de la escuela, donde las sombras se mezclan con los susurros de la adolescencia, una morrita colegiala se encuentra con su primer amor. Su uniforme impecable contrasta con la pasión que arde en sus ojos. Él, con manos temblorosas, acaricia su rostro, evitando la cámara que ella insiste en esconder. Cada roce es un descubrimiento, cada beso, una promesa. La inocencia se desvanece mientras ella se entrega, sus gemidos ahogados por la urgencia del momento. La piel joven y suave se eriza bajo el contacto, y ella se abandona a las sensaciones nuevas y abrumadoras. En ese instante, el mundo exterior desaparece, y solo existe el éxtasis de su primer encuentro, un secreto guardado en la penumbra de la juventud.