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En el asiento trasero de un auto, una morrita colegiala, con su uniforme aún puesto, se movía con una mezcla de nerviosismo y excitación. Su compañero, con manos ansiosas, exploraba cada rincón de su cuerpo. Ella, con las mejillas sonrojadas, se dejó llevar, permitiendo que su falda se subiera, revelando sus piernas desnudas. La respiración se volvió más pesada cuando él se posicionó entre sus muslos, sintiendo la humedad creciente. Con un movimiento lento y deliberado, entró en ella, observando cómo sus labios vaginales se estiraban para acomodarlo. Cada empuje era un éxtasis, y ella se perdía en la sensación, disfrutando de cada segundo de su pasión descontrolada