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La muy zorra de mi amiga de la uni resultó ser una diosa del perreo, nomás vieron cómo mueve ese tremendo culo en la pista de baile. Así que no pude evitar invitármela a mi casa para ver si en la intimidad se movía igual de rico. Y ¡madre santa! Cuando empezó a menear ese pandero al ritmo de la música, mi verga se puso más dura que un palo en el jardín. Se inclinaba hacia adelante, se agachaba, hacía círculos con las caderas… era una maestra del twerking, pero en versión XXX. El sonido de sus nalgas chocando contra mis muslos era música celestial, y cuando giraba para que viera su rajita mojada, supe que esa noche iba a ser larga y muy, pero muy placentera. ¡Qué rica está esa perra!












