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Qué rico se mueve mi amiga la gordibuena, un terremoto de carne y dulzura sobre mí. Su culote, monumental y firme, es un imán para mis manos y mi mirada. Lo agarro con fuerza, sintiendo la calidez de su piel mientras lo impulso para que se siente profundo. Cada bamboleo es una tortura deliciosa, un ritmo que sacude mi alma y mis huevos. Me mira por encima del hombro con una sonrisa pícara, sabiendo el poder que tiene sobre mí. No aguanto más; con uno, dos movimientos expertos de ese culo glorioso, me saca toda la leche en un espasmo que me deja sin aliento.
