es increible que una jovencita de esa edad se encuentre jugando con un dildo de ese tamaño

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En la privacidad de su habitación, una jovencita de cabello castaño y ojos brillantes se sienta en el borde de su cama, sus piernas cruzadas con una mezcla de nerviosismo y curiosidad. Frente a ella, sobre la colcha, descansa un dildo enorme, su superficie reluciente y amenazante. Con dedos temblorosos, lo toma en sus manos, sus ojos muy abiertos mientras lo examina. Su mente se llena de preguntas, pero también de una excitación creciente. Lentamente, se recuesta, sus piernas separadas, invitando a la exploración. Con cuidado, guía la punta del dildo hacia su entrada, su cuerpo tensándose ante la anticipación. Con un jadeo, lo empuja dentro, su carne cediendo ante la intrusión. Se muerde el labio, sus gemidos ahogados mientras se adapta a la sensación de plenitud. El dildo, ahora resbaladizo con sus jugos, se desliza dentro y fuera, sus movimientos imitando los de una penetración real. La jovencita, con los ojos cerrados, se abandona al placer, sus caderas moviéndose en un ritmo sensual, mientras el dildo la llena completamente, llevándola al borde del éxtasis.

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