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La jovencita, con una mirada llena de promesas, se arrodilló frente a él, sus ojos brillando con un deseo contenido. ‘Quiero que te corras en mi boca’, susurró, y su voz fue un disparo directo a su entrepierna. Con movimientos expertos, sus labios se cerraron alrededor de su pene, su lengua explorando cada centímetro. Él se perdió en la sensación, sus manos enredándose en su cabello mientras ella lo tomaba más profundo, sus gemidos vibrando contra su piel. La intensidad de su mamada lo llevó al límite, y cuando llegó, ella no se detuvo, tragando cada gota, su mirada fija en la suya, una promesa de más