La morrita colegiala, con una mezcla de inocencia y picardía, se encuentra rodeada de sus amigos, todos ellos expectantes y curiosos. Con una sonrisa traviesa, les pregunta en voz baja pero clara: «¿Quieren que les enseñe una teta?» Sus palabras son como una bomba, creando un silencio momentáneo antes de que las risas nerviosas y los susurros llenen el aire.
Sus amigos, incapaces de ocultar su excitación, asienten con la cabeza, sus ojos fijos en ella, esperando ansiosamente. La morrita, disfrutando del poder que tiene sobre ellos, se toma su tiempo, saboreando el momento. Con movimientos lentos y deliberados, comienza a desabrochar su blusa, revelando poco a poco su piel suave y tentadora. La habitación se queda en silencio, solo interrumpido por el sonido de su respiración y los latidos acelerados de sus corazones.
Finalmente, con un movimiento rápido pero seguro, se baja una tira del sujetador, dejando al descubierto uno de sus pechos perfectos. Sus amigos contienen la respiración, admirando la vista, sus ojos recorriendo cada curva y cada detalle. La morrita, con una sonrisa satisfecha, se siente poderosa y deseada, disfrutando de la atención y el deseo que ve en sus ojos.
«¿Les gusta lo que ven?» pregunta con voz suave pero segura, sabiendo que ha dejado una impresión inolvidable en sus amigos. La respuesta es un coro de asentimientos y susurros de aprobación, mientras ella, con una última sonrisa coqueta, vuelve a cubrirse, dejando a todos con la mente llena de imágenes eróticas y deseos insaciables.